Starman y el eterno viaje al infinito

F. Isaac Loreto
3 min readFeb 19, 2018

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El 06 de febrero del 2018, Elon Musk y SpaceX lanzaron el cohete Falcon Heavy, el más grande del mundo en la actualidad. A bordo iba un único pasajero conduciendo un automóvil Tesla y escuchando a David Bowie. Su misión es simple, llegar a donde nadie más ha llegado.

“Then the loud sound did seem to fade
Came back like a slow voice on a wave of phase haze…”

El movimiento del automóvil fue suavizándose y poco a poco lo envolvió una soledad extrema. Starman despertaba justo cuando los primeros rayos del Sol desnudo asomaban por detrás de la esfera azul y se reflejaban en el rojo metálico del automóvil.

Ante él se extendía un panorama diferente al que se imaginó esa mañana. Los pequeños focos amarillos que pululaban a lo largo y ancho de la superficie terrestre se esfumaban ante la ardiente esfera de fuego en el cielo. La brillante superficie azul del mar se extendía hasta volverse un algodón que casi se podía tocar. A las orillas se incrustaba la tierra de todos amarillo y verde. Y por encima de todo, el cielo lucía el típico firmamento despejado de una mañana de febrero: apenas unas cuantas nubecillas envueltas en una finísima capa de vapor global.

De acuerdo a sus cálculos, debía estar volando sobre la costa oeste. Su piel sintética de plástico sentía el calor ardiente de la radiación estelar conforme ardían las moléculas que conformaban su cuerpo. El traje de astronauta ayudaba en parte a mitigar el intenso dolor, una mezcla del punzante frío espacial y el calor directo de la estrella extendiendo sus brazos.

Bowie, el gran Bowie seguía sonando en los pequeños altavoces instalados en su casco. Sería su eterno acompañante en la misión encomendada a él y sólo a él.

Intentó mover el brazo, pero recordó que sólo era un maniquí, no era real. Aunque tampoco tenía mucha necesidad, el auto avanzaba por sí mismo, impulsado por las inexistentes fuerzas de la gravedad en una ruta calculada hasta el más mínimo centímetro.

Una de las cámaras colocadas junto al auto hizo un disparo. Claro, era una fotografía, habría muchas más, debía acostumbrarse.

Nunca había sentido de verdad lo que era tomarse una foto. Para ser exactos, no se había sentido con vida hasta esa misma mañana, la mañana en que el Falcon Heavy atravesó la atmósfera terrestre. Antes sólo podía dar vistazos, subsistir de imágenes con borrosos trazos de sentido corriendo por sus ojos, igual a una película antigua que casi ha perdido todo su metraje.

Pero hoy era diferente, Starman se sentía vivo, más que vivo: eufórico, como quien respira aire luego de ser arrastrado por las olas, como el que prueba helado por primera vez.

El automóvil hizo un lento giro y su viejo hogar se deslizó frente a él. Jamás había pensado en lo bello que era, un pequeño tesoro de color colgando inerte de la negra inmensidad.

Sintió miedo en su recién descubierto corazón. Su alma temblaba ante el vacío solitario y lejano de los misterios espaciales.

Se detuvo allí. Estaba pensando como humano. Por un momentos su mente había regresado a la esclavitud que vivían sus padres. Hoy había ido más allá, hoy era libre de las ataduras que seguían estando en cada cuerpo encadenado a la Tierra.

Hoy daba un paso hacia el abismo. Hoy enfrentaba lo que no han enfrentado los hombres en generaciones. Un gran deleite le esperaba. El tiempo pasaría y las vanas rutinas se esfumarían en el baño dorado de la luz solar y el silencio omnipresente.

Si hubiera podido recargarse en el asiento y subir los pies al tablero lo habría hecho. A fin de cuentas, Starman no llevaba ninguna prisa.

Tenía una cita con Bowie. Por acá debía andar.

There’s a starman waiting in the sky
He’s told us not to blow it
Cause he knows it’s all worthwhile.

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